EPISODIO IV, ¿Llegamos?
No voy a encontrar el cielo protector aquí, ya lo busqué y nunca di con el, ni me pudo decir nadie por donde podía estar el cielo y ni mucho menos protector.
No llego aquí con ninguna intención, esa época de vanas aventuras dejaron hace ya muchos años de existir, nada queda de aventura en Marruecos, mi primer paso firme más allá de esa recordada y segura orilla mediterránea.
Solo intento dar unos pasos hacia adelante a ver si encuentro las migajas de pan que dejé en mi último paso por estas tierras, pero en vista del hambre que se gastan aquí los pájaros, no me hago muchas ilusiones de encontrar recuerdos de paso alguno.
Poner un primer paso sobre el muelle del puerto de Tánger ya es una aventura, traspasar su incomprensible, ilógica e irremediable frontera, un ejercicio mental digno de un buen psicoanálisis, pero nada que hacer, poner buena cara y paciencia o buena cartera. No se preocupe, nunca ocurre nada, o casi nunca, es un decir. En esta frontera encontrará esta forma de ser esa manera de ver el mundo.
Si piensa que llega a un mundo Islámico, pues bien lleva razón son musulmanes, los musulmanes menos radicales que encontrará en el planeta que nos sostiene, pero si, lo son, cada vez menos, pero lo son. Hay Mezquitas en Tánger sí, pero no las verá llenas, lo que verá llenas son sus calles de una ingente multitud de jóvenes estudiantes paseando y sentados al borde de la mirada al otro lado del estrecho.
Chilabas poca, velos..., casi ninguno, chicas y chicos en vaqueros y camisetas los que quiera. Discotecas, restaurantes, chiringuitos de playa, muchos coches de alta gama, le verdad también muchos de bajísima gama y esa marea que no cesa de taxis mercedes crema, en una homologación de modelos que son la envidia de cualquier ciudad moderna europea. En fin una ciudad lejos de cualquier estereotipo que tengamos preestablecido con respecto a soñado Tánger.
Eso sí, aún podrá ver camellos, tomar té y pensar que estas corriendo esa aventura que contarás a tus nietos.
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